Somos trabajadoras y trabajadores de los medios de comunicación. Día a día, noche a noche, enfocamos nuestros esfuerzos en informar a la población. Lo hacemos bajo condiciones laborales indignas.
Una de las principales condiciones para que una sociedad pueda ser considerada “democrática” es que todos sus ciudadanos tengan libre acceso a la información sobre las acciones que toma el gobierno y sobre la forma en la que se ejerce el gasto público.
Si bien la responsabilidad de garantizar el acceso a la información corresponde al Estado, somos los periodistas quienes cumplimos la función de revisarla y procesarla para presentarla a la ciudadanía en forma de texto, video, fotografía, audio o imagen.
La importancia de nuestra labor radica en ser los ojos y oídos de nuestra sociedad, en dar voz crítica a las luchas sociales y denunciar los abusos del poder. Una sociedad sin periodismo libre es una sociedad amordazada, condenada a la opacidad y a la corrupción.
Sin embargo, al igual que todos los demás sectores productivos del país, quienes conformamos el gremio periodístico hemos padecido desde hace décadas el paulatino deterioro de nuestros derechos y condiciones laborales.
Actualmente en México, en pleno siglo XXI, año 2019, el que Gabriel García Márquez calificara como “el oficio más bello del mundo”, se ejerce en condiciones de altísimo riesgo para la vida, a cambio de bajos salarios que no se corresponden con la multiplicación de funciones traída por la tecnología, ni con a las continuas jornadas de trabajo extenuantes que padecemos.
Desde hace años es lugar común decir que México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en el mundo. Sólo en los últimos dos sexenios 95 periodistas fueron asesinados según cifras oficiales.
Sin embargo la violencia contra los trabajadores de los medios de comunicación empieza en las redacciones ante la desprotección por parte de las empresas, quienes en la mayoría de los casos no dan contratos y prestaciones de ley, mantienen a sus trabajadores en la inestabilidad laboral, hacen despidos masivos, dan malos tratos y ofrecen pensiones de hambre.
Nosotras y nosotros, un grupo de trabadoras y trabajadores de medios que ejercemos el oficio en México desde muy distintas plataformas y medios de comunicación con visiones e ideologías diversas, coincidimos en que dichas condiciones laborales distan mucho de ser las ideales y justas para todos y todas.
Coincidimos también en la voluntad de organizarnos como única vía posible para tomar acciones que nos permitan cambiar nuestra situación.
Estamos conscientes que nos proponemos algo monumental y mucho antes que nosotros, otros periodistas han hecho intentos serios por defender sus derechos y mejorar sus condiciones de vida, y que dichos intentos han resultado tristemente infructuosos.
No desconocemos los esfuerzos organizativos que los compañeros del gremio han venido impulsando prácticamente desde inicios del siglo XIX con la integración de la primera Asociación de Periodistas y escritores de 1872 y continuados en 1923 con la creación del Sindicato de Redactores y Empleados de la Prensa del Distrito Federal, que seis años después se transformó en el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa.
También reconocemos la lucha que de los años 70s a los 90s emprendió el gremio, a través de la cual se logró establecer ante la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) la profesión de periodista en la tabla de salarios mínimos.
No obstante, el panorama hoy es desolador. No sólo no estamos en el mejor de los mundos posibles, sino que cada vez las condiciones empeoran y los periodistas estamos completamente expuestos e indefensos ante los abusos que cometen la generalidad de los medios.
Las empresas han aprovechado esta situación ventajosa para obtener ganancias a partir del trabajo de quienes tecleamos los textos, tomamos las fotos, grabamos y editamos los videos o nutrimos de contenidos sus páginas, que son el sustento de las empresas y su razón de existir.
Se ha normalizado también la arbitrariedad al interior de los centros de trabajo, se justifica la prepotencia, el maltrato e incluso el acoso sexual y la discriminación salarial contra compañeras.
Desde siempre han imperado las políticas de hostigamiento y castigo en contra de los trabajadores de los medios de comunicación que se quejan y tratan de defender sus derechos. A quien lo hace se le relega y se le hostiga. A quien explora la posibilidad de organizarse sindicalmente junto a sus compañeros se le despide y se le veta.
Tal situación provoca miedo y paraliza a muchos compañeros y compañeras. Nadie quiere perder el empleo, nadie quiere ser vetado. Al final todos ganamos menos y a cualquiera lo pueden despedir en cualquier momento en condiciones tan desfavorables para los trabajadores que ni siquiera les dan liquidación conforme a la ley.
Y este escenario se repite en todos los ámbitos de la vida laboral de la comunicación. Sucede en las grandes televisoras, en las radiodifusoras, en los medios públicos, en los periódicos, en portales electrónicos, por grandes o pequeños que puedan ser los medios, la constante en todos, es la intención de normalizar estos abusos.
Nosotros tenemos claro que la única manera para cambiar la situación y lograr una mejor calidad de vida, es la vía de la organización y la lucha gremial por la defensa efectiva de nuestros legítimos derechos.
Hacemos un llamado a todas y todos los periodistas a apoyar este esfuerzo y construir juntos la fuerza necesaria para alcanzar mejores niveles salariales y prestaciones.
Solo mediante la unidad del gremio podremos enfrentar la base de todas las agresiones a los periodistas: la precariedad laboral.
Pues de permitir que todo siga como está, avalaremos sin querer y bajo protesta silenciosa, que los periodistas en este país sigamos con el futuro negado…